Espíritu Combativo
Se trata de tener y cultivar una actitud interior que empuja al hombre a estar en continua y serena tensión de voluntad, librando constantemente una gran batalla consigo mismo. El P. Morales nos dice; que el hombre ha de vivir en tensión continua, perenne. Quién no ataca, retrocede. Por eso, si al joven no se le incita a luchar dentro y fuera de sí contra sus pasiones y contra el ambiente que le rodea, será derrotado, arrastrado.
Las razones que presenta para imprimir en la juventud el espíritu combativo son las siguientes:
Para lograr injertar en el joven esta mística combativa hay que clavarle en la mente y en el corazón dos ideas claras. PRIMERA, que vivimos en un mundo paganizado y el que no nada contra corriente es arrastrado. SEGUNDO, es que este mundo pagano puede convertirse si una minoría de hombres se decide a vivir el Evangelio con todas sus consecuencias.
Pero como no bastan las ideas, es necesario impulsar al joven a actuar, enseñarle a luchar, a vencer dificultades para que quede impreso en él este espíritu combativo. Ahora bien, ¿cómo se le enseñará a luchar?, lanzándolos a la acción. A través de actividades muy concretas los jóvenes se disponen a luchar contra el ambiente pagano e inmoral comenzando por la lucha contra sus propias pasiones.
El P. Morales señala un engaño sutil que se infiltra acobardándonos para actuar y éste es el perfeccionismo, pensamos que para actuar hay que estar preparados siendo así, que la mejor manera de entrenarse para actuar con eficacia es actuar equivocándonos.
La gran lección que nos da el lanzarnos y lanzar a otros a la acción es saber fracasar, no apartarse ante el miedo, ni dejarse bloquear por nuestras limitaciones. El educador debe al mismo tiempo aprender y enseñar a no extrañarse ante el fracaso, pues, éste acompaña al emprendedor: el que nunca se equivoca es porque no hace nada. Debe también aprender y enseñar a alegrarse; incluso, en los fracasos porque nos permiten descubrir, si reflexionamos, sus verdaderas razones y perfeccionar la acción. Además el fracaso es, muchas veces, una oportunidad para crecer en valores humanos y en virtudes. Lo esencial no es la victoria, sino la lucha tenaz.
Las razones que presenta para imprimir en la juventud el espíritu combativo son las siguientes:
- Primera: para humanizarla; pues, esa lucha despierta energías latentes que existen en ella y en todo hombre, además de que proporciona los gozos más profundos que no se imaginan hasta que no se experimentan.
- Segunda: la necesidad de inculcar en todo hombre ese amor a su patria, su tradición, su pasado puesto que olvidar la propia historia es condena de repetirla.
- Tercera: para hacer al hombre más educador. Porque educador, considera; no es sólo el profesional de la enseñanza, sino todo hombre que transmite vida a los que le rodean, sobre los que influye y de quiénes saca lo mejor que tiene.
- Cuarta: para hacerla cristiana consecuente, porque el catolicismo es una manera de vivir y el cristianismo una declaración de guerra especialmente en el corazón de un mismo.
Para lograr injertar en el joven esta mística combativa hay que clavarle en la mente y en el corazón dos ideas claras. PRIMERA, que vivimos en un mundo paganizado y el que no nada contra corriente es arrastrado. SEGUNDO, es que este mundo pagano puede convertirse si una minoría de hombres se decide a vivir el Evangelio con todas sus consecuencias.
Pero como no bastan las ideas, es necesario impulsar al joven a actuar, enseñarle a luchar, a vencer dificultades para que quede impreso en él este espíritu combativo. Ahora bien, ¿cómo se le enseñará a luchar?, lanzándolos a la acción. A través de actividades muy concretas los jóvenes se disponen a luchar contra el ambiente pagano e inmoral comenzando por la lucha contra sus propias pasiones.
El P. Morales señala un engaño sutil que se infiltra acobardándonos para actuar y éste es el perfeccionismo, pensamos que para actuar hay que estar preparados siendo así, que la mejor manera de entrenarse para actuar con eficacia es actuar equivocándonos.
La gran lección que nos da el lanzarnos y lanzar a otros a la acción es saber fracasar, no apartarse ante el miedo, ni dejarse bloquear por nuestras limitaciones. El educador debe al mismo tiempo aprender y enseñar a no extrañarse ante el fracaso, pues, éste acompaña al emprendedor: el que nunca se equivoca es porque no hace nada. Debe también aprender y enseñar a alegrarse; incluso, en los fracasos porque nos permiten descubrir, si reflexionamos, sus verdaderas razones y perfeccionar la acción. Además el fracaso es, muchas veces, una oportunidad para crecer en valores humanos y en virtudes. Lo esencial no es la victoria, sino la lucha tenaz.